The Magic of the Cities.

Zen promotes the rediscovery of the obvious, which is so often lost in its familiarity and simplicity. It sees the miraculous in the common and magic in our everyday surroundings. When we are not rushed, and our minds are unclouded by conceptualizations, a veil will sometimes drop, introducing the viewer to a world unseen since childhood. ~ John Greer

Showing posts with label The Shock Doctrine. Show all posts
Showing posts with label The Shock Doctrine. Show all posts

Tuesday, May 5, 2009

Empty streets and points of view.


Letter
To My Loved Ones in Mexico: This, Too, Shall Pass.

To the Editor:
Last Friday morning, my phone woke me up. “There is a flu epidemic. Schools are closed.”
My mother’s voice came in waves. I didn’t know what she was talking about. I hadn’t heard anything or read anything in the Mexican newspapers. Since I hung up with my mother, I’ve been experiencing whatever feelings an expatriate is supposed to feel: fear, anguish, sadness and, of course, a little dose of guilt. I fear for my family and friends, I worry for what is happening, I am sad for my city, and I feel guilty for being in New York and not with them.
“How could this happen?” I kept asking myself and Drew, who listened to me for hours rant about the absurdity of the situation, unable to provide answers.
This was not the way it was supposed to happen. The apocalypse had to come from outside.
This is what hundreds of films, books and songs have taught us. When the nuclear holocaust happens, we, the inhabitants of Mexico City, will defeat radiation and become, next to cockroaches, the only living beings on the planet. We survive constant waves of crime and have been hostages of violence, corruption and popular demonstrations that choke the city every day. We drink the water from our faucets (sometimes) and eat street food whose secret ingredient is salmonella without the smallest discomfort. How could this happen to us?

I spent the weekend staring at pictures of my empty city and couldn’t avoid crying. But the thing about epidemics is that they take time. And we are not used to things that take time. We want immediacy and certainty.
People have been working from home. Restaurants are closed. Bars closed before churches did.
Mel is heartbroken because the event that would consolidate her own public relations firm was canceled and months of work were wasted. “Canceled,” she said, when I asked if it hadn’t been postponed. I knew she had tears in her eyes.
Noni wakes up every morning hopeful. But when she peeks out of her Roma neighborhood apartment, the sun is shining but the streets are empty. It’s the collective nightmare that never ends.
Monica thought it was an overreaction from the government until a woman in her office fell ill. Now she wants to play Six Degrees of Separation. The target is not Kevin Bacon but a victim of flu. Yes, we are Mexicans and prone to laugh at our misfortunes. Cynicism is our best medicine.
And today, my fellow Mexicans, a week into the emergency, you can’t and shall not forget this. You are a survivor. It’s in your DNA. But we are not bulletproof. We are vulnerable and should take care of one another.

Next time you are stuck in traffic, swearing and hating the city, you might remember how good chaos is and how wonderful routine feels when you lose it. I know it’s easy for me to say. I am in Brooklyn being a passive observer of what is happening in my city.
And yes, Noni, one morning (very soon) you will wake up and the sun will be shining, the streets will be flooded with people and a demonstration will make you late for that appointment. The collective nightmare will be over.
Cristina Padrés
Brooklyn, April 30, 2009
The writer is a curriculum developer and editor from Mexico City living in New York.
New York Times

Marc Siegel
Profesor de Medicina, Universidad de Nueva York, especialista en gripe porcina: "Esta gripe durará lo que dure en los noticieros": "Tengo 52 años y he vivido y estudiado unas cuantas pandemias: ésta es de las suaves. La gripe porcina este año es benigna en todas partes menos en los medios, que sí contagian una epidemia de miedo más virulenta que nunca". Hay una "hipocondria causada por los medios de comunicación (...) y la están alimentando los estados. ¿Por qué tiene que salir un jefe de Estado a hablar por la tele de una vulgar gripe? Bastaría con un subsecretario; cualquier portavoz médico sería suficiente", recuerda: "Cada año la gripe causa miles de muertos sin que merezcan ni un segundo de televisión ni un titular ni siquiera en Internet. Les pido que utilicen su circuito humano neuronal de la razón y el sentido común y bloqueen el centro neuronal del miedo, que compartimos con los animales".
Fuente: La Vanguardia.

Por qué sólo mueren mexicanos.
La pregunta ha sido formulada en distintos países, entre los que se cuenta, por supuesto, el nuestro: ¿por qué el virus A/H1N1, que según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha infectado a 898 personas en el mundo, ha resultado letal únicamente en poco más de una veintena de los 506 mexicanos contagiados? La primera respuesta podría ser –dando por cierto que las autoridades nacionales actuaron con la celeridad que se requería– el "factor sorpresa" en el surgimiento de la epidemia.

Sin embargo, en días posteriores a la declaración de emergencia sanitaria del pasado 23 de abril, el sistema de salud pública nacional exhibió un patrón de ineficiencia: falta de capacidad en casi todos los ámbitos (diagnóstico oportuno, material de protección para el personal, seguimiento de contagios y laboratorios adecuados). Además, han salido a la luz pública relatos indignantes de apatía y soberbia médico-burocrática hacia algunos de los enfermos, así como cobros que podrán ser reglamentarios, pero que resultan absolutamente fuera de lugar en el contexto de una crisis de salud pública como la actual. Por otra parte, el Ejecutivo federal ha actuado sin conocer la importancia de la información precisa, puntual y transparente en circunstancias críticas, en una patente descoordinación con los gobiernos estatales, con una grave tendencia a las colisiones declarativas, entre sus propios funcionarios, y con una desoladora insensibilidad ante los impactos económicos de la epidemia en una población ya afectada por la crisis global y por los saldos del desastre de más de dos décadas de políticas económicas neoliberales.

Por fortuna, el A/H1N1 parece ser menos contagioso y mortífero de lo que se temió en un principio, pero de cualquier forma su surgimiento ha dejado al descubierto un sistema de salud pública devastado por el pensamiento privatizador dominante, por la corrupción inveterada, por la arrogancia de los gobernantes y por su desprecio a la población de ingresos insuficientes, que en México es la gran mayoría.

Ante la demolición deliberada de la estructura de bienestar social y de una política de salud pública dirigida al conjunto de los habitantes –y la adopción de esquemas de atención individuales y demagógicos, como el Seguro Popular–, el Estado no puede reaccionar con la precisión, la puntualidad ni la coordinación que se requiere en circunstancias actuales, y se vuelven inevitables los retrasos fatales en el diagnóstico y en la administración de tratamientos adecuados. A ello debe sumarse la insatisfactoria condición física de muchísimas personas, en un país en el que no se cumple el precepto constitucional de la salud como un derecho inalienable.

Si la mitad o la cuarta parte de los fondos destinados al rescate bancario –en el contexto del Fobaproa-IPAB, legalizado por los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional– se hubiesen dedicado a remozar y construir clínicas y hospitales, a financiar a las instituciones de salud pública, a restablecer centros de investigación suprimidos por el salinato y a crear sistemas de monitoreo epidemiológico, la actual emergencia habría encontrado a México mucho mejor preparado, y es posible que –como ocurre ahora en las naciones ricas y hasta en algunas con subdesarrollo similar o peor que el nuestro– los infectados por el A/H1N1 habrían podido ser atendidos en forma oportuna y eficaz.

Las lecciones de la epidemia son inocultables. No sólo es necesario restructurar –vista su inoperancia– el sector salud público, sino que se requiere también, y con urgencia, emprender un inequívoco cambio de rumbo en materia económica, aplicar el principio harto conocido de que la principal riqueza de un país reside en su población, y que es en ella y en la elevación general de su nivel de vida, por tanto, donde deben realizarse las principales y más significativas inversiones, y no en subsidiar al capital especulador ni a los poderes fácticos, ni en financiar gastos corrientes desproporcionados y ofensivos. De otro modo, la próxima epidemia –es un hecho que ocurrirá, aunque nadie sepa en qué momento– podría ser devastadora.
Editorial La Jornada. Mayo 04 2009.

music+image

Gracias por su visita / Thanks for visiting.